miércoles, 15 de julio de 2009

El cielo será mío...




Me senté y cerré los ojos y entonces me vi... me vi a mi, llena, repleta de amor que no había dado, de amores que nunca habían sido amores, rodeada de personas que no me interesaban. Entonces paré... Y me acordé que me habían amado, que había personas que realmente se interesaban por mi.
Me acordé de cada una de las tarde donde me había dedicado a caminar en silencio por la calle, con la cabeza solamente en el canto de los pájaros, sintiendo el aroma de cada una de las flores, geranios que brotan de colores y ya lo hacía desde mi infancia.
Viajé hasta mi infancia, cuando me sentaba bajo los árboles para escribir cartas de amor que nunca iba a dar, me acordé cuando me escondía atrás de los árboles para ver el cielo esperando inventarme dos alas para volar lejos, mientras que soñaba, vivía una vida nueva, llena de felicidad, un sueño que no terminaba nunca.
Y fui a mi adolescencia metida atrás de libros que contaban grandes historias de amor, donde yo podía seguir imaginando mi futuro, cada tanto agarraba de nuevo mi cuaderno y escribía una poesía tonta para el amor del momento, ese amor, ese amigo que nunca se había fijado en mi.
Las tardes de soledad y las siestas después de comer las galletitas de mal sabor que hacía, las escapadas para no ir a clases, los domingos en casa, y las tardes de fin de semana interminables hechada sobre el pasto, como cuando era niña, mirando un cielo que algún día sería mío.
Y así llegué al tiempo difícil , los veranos, primaveras, inviernos y otoños, conquistando corazones inconquistables, con una histeria estúpida, tomando sangría o la bebida del momento, caminando durante horas por las calles para no perder la costumbre de estar sola y con los pies descalzos en mi casa para no olvidarme que puedo caminar despacio también sobre la tierra.
Me acuerdo que un día me desperté y dije, bueno ya soy grande y busqué un trabajo, ya no me divertía salir, ya no me divertía tomar, ya no me divertía hablar con niños, pero todavía me sentaba abajo de un árbol a escribir o leer, o de espaldas al cielo viendo como las hormigas hacen su trabajo con una rigidez casi absoluta, o miraba el cielo y seguía pensando "un día eso va a ser mío" y me iba en una nube a recorrer el mundo que habitaba en mi cabeza, las pirámides de Egipto, las playas de México, las Navidades de New York, los trenes de Tokio, la muralla china, el camino del inca, Roma, París que siempre fue un lugar de ensueño, cada lugar era un misterio.
Conocía personas mentalmente, imaginaba situaciones divertidas y ridículas, nunca perdí la facilidad de reirme sola y sin sentir vergüenza, sin creer que estará pensado la gente de mi sonrisa.
Cuando abrí los ojos me di cuenta que soy una niña que todavía mira el cielo sabiendo que lo puede conquistar cuando quiera, y una joven que lucha por alcanzar todos los sueños, sabiendo que disfruto cada partícula del tiempo que le fue dado.

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